La revisión es un procedimento que permite obtener una traducción de calidad y puede ser realizado por una tercera persona o por el mismo traductor (en este caso hablamos de autorevisión).
Una buena traducción es la que puede ser considerada como un original en la lengua terminal, sin recorrer al texto original para poderse comprender; el papel del revisor consiste, por lo tanto, en asegurar la presencia de esta característica.
Por lo tanto el del revisor es un trabajo de gran responsabilidad, puesto que decide si una traducción está lista o no para su entrega al cliente final.
Antes que nada, al enfrentarse con un trabajo de revisión es importante considerar la finalidad de la traducción y conocer el destinatario con sus condiciones de entrega, así que el revisor pueda realizar mejor su tarea.
Las condiciones de entrega pueden influir mucho sobre el trabajo de la traducción: en efecto, si hay mucho tiempo a disposición se puede hacer una revisión completa pero, de no ser así, el traductor tiene que hacer una revisión parcial (de grado intermedio o inferior, según los casos).
Por lo que se refiere a las correciones y a las mejoras, es importante darse cuenta que no todos los traductores se expresan en la misma manera; en efecto, cada traductor tiene su idiolecto, o sea, su forma particular de utilizar una lengua, y puede verificarse, por ejemplo, que la manera utilizada por un traductor para traducir una frase no sea la misma de la que habría utilizado el revisor.
Eso indica que pueden existir diferencias de estilo entre el traductor y el revisor y no siempre éste último considera como errores las elecciones del primero.
De ahí la necesidad de que el revisor tenga un amplio conocimiento de la lengua original y de la de llegada con todas su variantes e idiolectos.
De todos modos, las correciones y las mejoras que hace el revisor tienen que ser minimizadas, sobe todo cuando no hay mucho tiempo a disposición, y también se tiene que saber justificar en cualquier momento, aunque nadie lo solicite.
Sin embargo, hay casos en los cuales las traducciones presentan muchos errores graves y, en estas situaciones, el revisor puede devolver la traducción al traductor o hacer traducir el texto original por otra persona.
Por lo que se refiere a los contenidos, es importante que el revisor verifique si la traducción es lógica (o sea si el texto final tiene coherencia y cohesión en la exposición de los contenidos) y que los términos empleados sean adecuados.
Además, es fundamental la estructura y la fraseología, puesto que cada género de texto tiene sus propias características.
Por lo que se refiere al lenguaje, el revisor tiene que comprobar si el traductor ha respectado las normas lingüísticas de la lengua de llegada, sin alusiones y referencias a la cultura del texto original, para que la comunicación resulte eficaz.
Todo eso considerando siempre al destinatario final con su propia cultura, de modo que él pueda entender bien todo el texto en la primera lectura realizada a una velocidad normal.
El revisor tiene que asegurar también que el sentido del texto de origen sea el mismo de el de llegada, sin que se hayan aportado modificaciones innecesarias que afecten el resultado final. Cuando aparecen imprecisiones, la mayoría de las veces dependen de una comprensión erronea del texto original.
Además es importante controlar la maquetación (o sea que la numeración de cuadros, tablas, capítulos, etc. que aparece en el índice corresponda a la verdad), la compaginación (márgenes, espacios, columnas, etc.) y la ortotipografía (cursiva, negrita, subrayado, interlineado, etc.), aunque el traductor tendría que conocer perfectamente las reglas de ortotipografía.
En conclusión, lo mejor sería disponer de un revisor temático, de uno lingüístico, de uno funcional y de uno tipográfico.
Una buena traducción es la que puede ser considerada como un original en la lengua terminal, sin recorrer al texto original para poderse comprender; el papel del revisor consiste, por lo tanto, en asegurar la presencia de esta característica.
Por lo tanto el del revisor es un trabajo de gran responsabilidad, puesto que decide si una traducción está lista o no para su entrega al cliente final.
Antes que nada, al enfrentarse con un trabajo de revisión es importante considerar la finalidad de la traducción y conocer el destinatario con sus condiciones de entrega, así que el revisor pueda realizar mejor su tarea.
Las condiciones de entrega pueden influir mucho sobre el trabajo de la traducción: en efecto, si hay mucho tiempo a disposición se puede hacer una revisión completa pero, de no ser así, el traductor tiene que hacer una revisión parcial (de grado intermedio o inferior, según los casos).
Por lo que se refiere a las correciones y a las mejoras, es importante darse cuenta que no todos los traductores se expresan en la misma manera; en efecto, cada traductor tiene su idiolecto, o sea, su forma particular de utilizar una lengua, y puede verificarse, por ejemplo, que la manera utilizada por un traductor para traducir una frase no sea la misma de la que habría utilizado el revisor.
Eso indica que pueden existir diferencias de estilo entre el traductor y el revisor y no siempre éste último considera como errores las elecciones del primero.
De ahí la necesidad de que el revisor tenga un amplio conocimiento de la lengua original y de la de llegada con todas su variantes e idiolectos.
De todos modos, las correciones y las mejoras que hace el revisor tienen que ser minimizadas, sobe todo cuando no hay mucho tiempo a disposición, y también se tiene que saber justificar en cualquier momento, aunque nadie lo solicite.
Sin embargo, hay casos en los cuales las traducciones presentan muchos errores graves y, en estas situaciones, el revisor puede devolver la traducción al traductor o hacer traducir el texto original por otra persona.
Por lo que se refiere a los contenidos, es importante que el revisor verifique si la traducción es lógica (o sea si el texto final tiene coherencia y cohesión en la exposición de los contenidos) y que los términos empleados sean adecuados.
Además, es fundamental la estructura y la fraseología, puesto que cada género de texto tiene sus propias características.
Por lo que se refiere al lenguaje, el revisor tiene que comprobar si el traductor ha respectado las normas lingüísticas de la lengua de llegada, sin alusiones y referencias a la cultura del texto original, para que la comunicación resulte eficaz.
Todo eso considerando siempre al destinatario final con su propia cultura, de modo que él pueda entender bien todo el texto en la primera lectura realizada a una velocidad normal.
El revisor tiene que asegurar también que el sentido del texto de origen sea el mismo de el de llegada, sin que se hayan aportado modificaciones innecesarias que afecten el resultado final. Cuando aparecen imprecisiones, la mayoría de las veces dependen de una comprensión erronea del texto original.
Además es importante controlar la maquetación (o sea que la numeración de cuadros, tablas, capítulos, etc. que aparece en el índice corresponda a la verdad), la compaginación (márgenes, espacios, columnas, etc.) y la ortotipografía (cursiva, negrita, subrayado, interlineado, etc.), aunque el traductor tendría que conocer perfectamente las reglas de ortotipografía.
En conclusión, lo mejor sería disponer de un revisor temático, de uno lingüístico, de uno funcional y de uno tipográfico.
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